miércoles, 30 de noviembre de 2016

Razones

Saliendo de casa de Leonora dos niñas de medio metro de pelo rosado se les acercaron volando.
-¡Señora, saquenos de aquí, por favor!
-¡Por favor señora!¡Llevenos fuera!
Las niñas suplicaban y lloraban aterrorizadas, pero Iridia continuó avanzando hasta la salida sin inmutarse. Apenas un par de metros antes de la puerta las niñas se retiraron apesadumbradas. Iridia y Jorge se introdujeron en la sala que les hubiese abierto las puertas a ese otro mundo para volver a pasar cinco minutos en la misma.
Jorge se preguntaba "¿Qué les estará pasando a esas niñas para comportarse así?" "¿Porqué un miembro de la red Iris no hace nada?" ¿No me dará Iridia ninguna explicación?" "Qué crueldad"
Los cinco minutos pasaron en absoluto silencio, y pasaron diez más en la puerta firmando documentación en la entrada, y otra media hora esperando al equipo dentro del autobús.
Cuando estuvieron todos dentro Iridia habló:
-Bueno chicos, cada uno habrá tenido su experiencia. Reserva genética es otro mundo. Literalmente. Bueno o malo no tenemos jurisdicción sobre el, tiene sus propias normas y no debemos bajo ningún concepto inmiscuirnos en sus asuntos. Ahora a cantar.
Todo el autobús retomó la canción que entonase al acercarse a Reserva genética, cada cuál con su experiencia particular, Jorge con el mal sabor de boca de que Iridia ni siquiera les preguntase a las pequeñas cuál era su problema.
-Por el monte las sardinas tralara, por el monte las sardinas tralará...
 
Tras una hora larga de estepa las áreas de las diversas redes fueron comenzaron a sucederse, esta vez en orden inverso, con sus edificios y con sus parques, fuentes y habitantes. Jorge ya no pensaba en la televisión, pensaba en qué habría podido hacer él en reserva genética de haber podido disponer libremente de sus movimientos. Pensaba que al entrar seguramente se habría puesto a saltar de gozo al ver la diversidad de individuos allí presente, y pensaba en cuál habría podido ser su error, a tenor de la ultima escena que había vislumbrado al salir de aquel mundo. Siempre había odiado la estratificación en redes, pero nunca se había planteado con qué podría sustituirla, ahora, al saber que existen otras cosas le picaba el gusanillo de plantearse qué es lo que le satisfaría a él. A fin de cuentas era ahora, cuando no tenía que mantener la atención para realizar bien su trabajo, cuando podría pensar y repensar todo lo que quisiera. Tal vez algún día, si elaboraba alguna teoría, en su tiempo de ocio, cuando dispusiese de palabra abierta, serviría de algo.
 
-¡Por fin en casa!- Exclamó Iridia.
Acababan de aparcar en un frondoso parque lleno de abedules, frente a un inmenso palacete de tres pisos de estilo neoclásico. Las enormes puertas de entrada estaban guardadas por dos dragones holográficos que interaccionaban con los que entraban gruñendo, mirando y amenazando, según quién fuese. El grupo direccionó, con Iridia a la cabeza hacia los escalones de acceso, el dragón de la derecha se calmó y se sentó, mientras el de la izquierda comenzó a mover divertidamente el rabo e inclinar juguetonamente la parte superior de su cuerpo, Iridia acercó su mano a la cabeza y realizó todos los ademanes de caricias que parecía solicitar.
Al traspasar las puertas Iridia exclamó:
-¡Tiempo de ocio para todos en quince minutos! ¡A vuestros cubículos! Tu no Jorge, tu te vienes conmigo.-Y con un par de palmadas agregó: -Palabra abierta.
Los ojos de Jorge estaban casi saliéndose de sus orbitas, la respiración abría sido jadeante si respondiese a su actividad mental.
-Gracias. Gracias Iridia.
-No hay de qué, sígueme.
Mientras Jorge seguía a Iridia pudo observar como todo el grupo se dirigía a las escaleras.
-Los cubículos están todos arriba Jorge, es allí dónde van: al último piso. No te preocupes por ellos, tendrán un poco de tiempo libre y luego gimnasio, más tarde cenarán, seguro que te da tiempo a cenar con ellos. Pero me temo que hoy no verás más televisión. Me gustaría que me contases algo de tu historia, algo he leído, pero me sigue pareciendo sobresaliente.
-Pués... Yo soy rojo. Trabajo, trabajaba cómo barrendero. Mucho. Quería subir de nivel, pero no tenía cómo. Buscaba libros para hacerlo, pero no había. Con mucho esfuerzo conseguí llevar el camión y conocí gente, personas. Allí conseguí libros de electricidad. Me presenté a exámenes y me hice electricista. Subí de nivel a rojo medio, pero seguía sin conseguir libros. Los naranjas se reían de mi cuando les pedía libros. Iba por las casas y de cuando en cuando el sistema informático me mandaba a otras redes, casi siempre a las naranjas medias y altas, los naranjas bajos se arreglan ellos mismos las cosas. Un día conocí a un amarillo amable, era simpático, me preguntaba por mi vida, me dio unos libros. Me dijo: Cuídalos mucho, un libro es un tesoro. Eran de informática, sistemas operativos, programación, redes informáticas. Los leí y estudié. Cada vez que...
-No te preocupes- Interrumpió Iridia- Sigue contando la historia. Vamos a irnos a un jardín reservado. Como puedes observar este palacete no es solamente mío, somos varios aquí y está bastante transitado hoy, la zona central de la parte baja del edificio contiene salas para conversaciones privadas. Ahí nos dirigimos ahora. Tu relato sigue pareciéndome muy interesante, aunque te recomendaría que elaborases un poquito más tus cortas frases.
-Lo siento, no estoy acostumbrado a hablar mucho. Mucho menos con un Iris.
Mientras hablaban habían ido pasando de la entrada principal, donde charlaban animadamente un par de grupos de Iris, a uno de los dos corredores centrales que, paralelamente, enmarcaban, mediante dos muros completamente transparentes, un alargado jardín enclaustrado en el edificio. La obscuridad del cielo, en la recién comenzada noche,  resaltaba contra las luces insertadas entre el verdor de palmeras, helechos, orquídeas y otras plantas delicadas.
-Inténtalo. Vas a tener tiempo ahora.
-Pués... Cada vez que pedía libros de informática, a los amarillos que me encontraba, se reían de mí. Me llamaban rojo. Me tiré años así. Pero poco a poco, fui consiguiendo los que pedía.
-Cielo, no me extraña que se riesen. Primer punto: no hay informáticos ni en red roja ni en red naranja, ni siquiera estoy segura de que haya muchos en amarilla baja. ¿Querías saltar directamente todo un color?. Segundo: ¿Pretendes que en una relación laboral la gente de redes bajas te dé conversación? Y la más importante, la que quiero que me contestes ahora: ¿No sabes qué es una biblioteca?
Los corredores tenían puertas cada prácticamente dos metros. Irida puso su mano sobre un pequeño saliente en una de ellas y ésta se abrió ante ellos. Detrás un pequeño banco y una mesita, frente a una estatua de un buda sonriente y feliz enmarcado por un montón de cintas, spatifilum y otras plantas de interior les aguardaban.
-Pasa- Dijo Iridia.- Vamos a sentarnos.
-¿Una bibliografía?
-No, cielo, no. ¡Una biblioteca, por Dios!
-No. ¿Qué es?
-¡Madre de Dios! Una biblioteca es un lugar dónde se almacenan libros y más libros. Aunque las hay privadas, casi cualquiera puede leer libros de cualquier tema hasta hartarse en las bibliotecas públicas. Y las bibliotecas públicas son de acceso universal.
-Yo no conozco ninguna biblioteca pública.
-¿Has salido alguna vez de tu zona roja para ir a pubs de red naranja? Si no me falla la memoria aún está permitido. La mayoría de las chicas rojas que buscan pareja viven en ellos.
-Una vez fui a uno, pero me dolía la cabeza con la música.
-¡Por cristo bendito! Normal que no conozcas una biblioteca entonces. Suelen estar ubicadas al lado. Es una norma generalizada. Y claro... es absurdo poner una biblioteca en una zona roja. Incluso sospecho que no eres muy popular entre los rojos.
-No, no lo soy.
-Ya, entiendo...-Iridia  -Supongo que tampoco has tenido la suerte de dar con ningún consejero educacional.
-No. He oído hablar de ellos, pero nunca he visto ninguno.
-Quizás después de todo no te merezcas una palíza.
 

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