miércoles, 22 de marzo de 2017

El club



Al terminar la conferencia Iridia le espetó:

-Vamos Jorgito, sígueme.

Y el Jorge dominado por el chip natal condenado le siguió. Iridia le condujo por pasillos traseros, alejados del camino que tomaba la mayor parte de la gente, subieron un par de plantas, bajaron una, volvieron a subir, encontraron una habitación cuadrada, pequeña y casi vacía, aislada en aquellos corredores, dentro tres estatuas les miraban, tres lindos monos, uno se tapaba la boca, otro las orejas y el último los ojos, Iridia presionó las orejas del primero, los ojos del segundo y la boca del tercero, la habitación pareció ponerse en movimiento horizontal, ladeandose y bajando bruscamente, Jorge se sintió indispuesto, debía ser cosa del movimiento, pero tenía un mal presentimiento; de pronto la habitación se lanzó en una carrera horizontal, casi disparandose, para detenerse otra vez abruptamente, después todo quedó en calma unos instantes, Iridia se acercó al primer mono y le miró directamente a los ojos, un haz luminoso salió de lo del mono hacia los de la mujer, acercó sus oidos a la boca del segundo un susurro llegó a la conciencia de Jorge, después Iridia pareció repetir las mismas inflexiones al oido del tercero.

-Extravagancias del club, Jorgito. Nadie debería de olvidar estas historias, son divertidas. Según quien seas y el orden de tus claves la habitación te lleva a una sala de un club o a otra de otro.

Una de las paredes de la habitación se corrió revelando un corredor de tierra, apuntalado naturalmente con raíces de árboles que debían estar algunos metros más arriba, unos peldaños de piedra desgastados y escurridizos se hundían en la oscuridad, Iridia sacó una linterna de su bolsillo avanzó delante de Jorge. El olor a tierra mojada, el silencio y la oscuridad creciente según dejaban atrás la “habitación de los monos” eran inquietantes, pero más inquietantes eran las lombrices que había entre las raíces que conformaban las paredes de aquella gruta.

-No te asustes mucho, estamos en la parte fácil, aún nos queda camino.

Siguieron bajando un par de minutos, después una puerta frente a ellos parecía terminar el trayecto, Iridia sacó una llave, abrió la puerta y un resplandor azul les mostró un largo camino. un pasadizo recubierto de plástico blanco, embaldosado en gris, con apenas anchura para que dos personas pudieran pasar juntas por él. Iridia guardó la linterna y anduvieron. A izquierda y derecha se mostraban ramificaciones del camino, al tomar alguna de ellas parecían multiplicarse.

-Es importante la confidencialidad ¿No crees Jorge?

Unas dos horas después Jorge parecía sufrir los calambres de sus piernas cada vez con más intensidad, quería gritarle a Iridia que parase, pero no podía, Iridia al final, en uno de los recodos, al voltear su cabeza, vió uno de los estertores de su pierna izquierda al moverse.

-Vaya, esta si que es buena, estás lesionado. Tranquilo, en un cuarto de hora más o menos llegamos. Allí podremos descansar un rato. Te daré tiempo libre en mi presencia para que puedas masajearte la pierna, pero tendrás que portarte bien. A fin de cuentas tenemos que volver al palacete. Jajaja.

Y andaron, un poco más y un poco más, y Jorge recordaba su infancia, cuando no tenía fuerzas para seguir el entrenamiento de fútbol, cuando los entrenadores querían forzarle y el acababa negándose a pesar de los castigos que le viniesen después.

Al final apareció otra puerta, ésta estaba hecha de cristal rojo, con una enorme cara con la boca abierta, Iridia introdujo la palma de su mano en la boca y después introdujo una tarjeta de plástico. La puerta se abrió dejándoles paso y una enorme sala de piedra negra apareció frente a ellos, estaban en una especie de palco, con tres asientos que daban a un gran escenario, la sala estaba abarrotada, gentes bulliciosas se apelmazaban bajo ellos, sin embargo el aire olía a puro, a libertad, a oxígeno, pero lo más desconcertante eran los niños alados que sobrevolaban a su altura, una altura de al menos dos pisos, como colibríes fantásticos. No le cabía duda, aquellas gentes venían de reserva genética, al menos de una reserva genética, la visita que hicieron fué la única vez que había visto algo semejante.

-Ya estamos, cierra la puerta, siéntate y disfruta de dos horas de tiempo libre.

Jorge cerró, se sentó y exclamó su dolor llevándose inmediatamente las manos a sus muslos y pantorrillas.

-Tranquilo, seguro que encontramos algún analgésico por aquí, pero tienes que prometerme que tratarás de entender lo que sucede.

-Va a ser dificil creo.

-No tanto, hoy es tarde de conferencias, y la tuya no ha acabado en el palacete majo. chss. Callate, parece que empezamos.




-Señoras y señores, estimados jóvenes, gentes de Iris y diplomáticos de reservas genética, especialmente reserva genética 125, caudillos de salvajes, les ruego que tomen asiento a los que no puedan volar, los voladores deberán mantener sus posiciones a lo largo de esta ponencia. Les ruego silencio y tolerancia, diligencia y discrección sobre los temas que vamos a exponer aquí. La conferencia tendrá lugar en breves instantes, tres son las personas de honor que necesitan ser atendidas, no queremos extendernos en sus curriculums, no disponemos de tanto tiempo, tres cuartos de hora por ponente habrán de bastarnos para que cada uno saque conclusiones e interceda en cuanto pueda en el asunto que nos atañe, les recuerdo que estamos en el club Triplegorb, bastará con ello. Doy la bienvenida a Zuluculu, telépata refugiado en nuestras instalaciones llegado de reserva genética 125.

La sala quedó en silencio y un individuo de estatura media, con la cara de Jorge se encontró bajo los focos.

-Asombroso ¿Verdad?

-Soy yo.. ¡Soy yo!

-chssst Tonto, es todos. A cada uno se le aparece con su propio aspecto, como si fuese un espejo.

-Entonces ¿Tú te ves a tí?

-Y con mi propia voz, es super diver. Es un mecanismo inconsciente de adecuación evolutiva, no lo puede evitar, no lo hace a drede. Se cuenta que así algunos telépatas obtienen mayor empatía de los demás, no se conoce el fenómeno fuera de su naturaleza, aunque nadie tiene indicios de control sobre el truco.

-¿Y como es en la realidad?

-Toma. Callate y sacale una foto con la tablet. Luego la miras y me la enseñas.




La voz de Jorge restallaba en sus propios oídos desde la boca de aquél personaje:

-...culu y les ruego mantengan mi asilo mientras encuentran una solución a los problemas que atañen a tantos…

-Iridia…

-¿A ver?

-Mira. Tiene los ojos rojos, es rechoncho bajito y albino.

-¡A ver si te crees que hay que ser guapo para ser líder! Que los Iris seamos maravillosos no implica que todos los líderes sean así.

-...oxígeno, dolor y sufrimiento…

-¿Como sé yo que tú Iridia eres como te veo y no bajita, rechoncha y albina?

-Porque si sigues interrumpiendo mi escucha de la ponencia te voy a soltar una bofetada que me vas a ver zigzagueante, a lunares verdes y omnipresente.


Y Jorge calló. Al menos un buen rato.

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